Actualmente el cine en 3D ha arrasado con el público. Esto se debe a que ofrece una experiencia inolvidable ya que es un cine más cercano a ti. Por ello ahora cada vez se hacen más películas en este formato.
Básicamente todas las grandes ciudades disponen de varias salas de proyección de películas tridimensionales, sin embargo esta nueva tecnología eleva los precios notablemente provocando una bajada de la audiencia.
El 3D en sí consiste en una visión estereoscópica que produce una sensación de tridimensionalidad cuando el cerebro procesa dos imágenes en 2D “capturadas” desde puntos ligeramente diferentes. Para crear esta sensación son indispensables unas gafas especiales que nos lo permitan.
El propósito de el cine en 3D es la satisfacción del espectador al percibir la película al igual que el mundo real. El gran problema con el que se encuentran los ingenieros es que las pantallas en las que se proyectan las películas son bidimensionales, pero una combinación de tecnología y biología hacen posible poder disfrutar de la tridimensionalidad.
Charles Wheatstone inventó un aparato que permitía observar dos imágenes ligeramente desplazadas, que eran percibidas como una sola imagen.
Este invento tenía un gran problema por cual era imposible aplicarlo a una sala de cine, donde cada espectador no podría ver la imagen, ya que tendrían que estar situados en un punto exacto donde fuera posible observar esta visión. Por eso, el espectador necesita unas gafas especiales.
La primera técnica que se utilizó para estas películas fue una técnica basada en el color. Se utilizaba un celofán semitransparente de color rojo y otro con un color azul que cubrían los ojos y permitían esta nueva experiencia.
Al proyectar imágenes en 3D en algunas películas, utilizando hologramas u otras tecnologías, que puedan apreciarse desde cualquier punto, aun es difícil de conseguir. Aunque siempre tendrá como objetivo disfrutar de la gran pantalla con un grado de realismo muy elevado.
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